El Espantapájaros
Estábamos
en el estacionamiento de la escuela esperando a que mi novio llegara con la
camioneta. Llevaba ya varios minutos de retraso y el solo pensar en seguir en
la escuela un minuto más era desesperante. Finalmente llego, subimos un poco
molestos, pero finalmente nos preparamos para dar inicio a las vacaciones
encendiendo un churro de hierba.
Y de
tan solo haber sabido lo que nos ocurriría hubiéramos dado vuelta atrás en la
apretada agenda.
Nuestro
destino era un pequeño poblado a las afueras de la ciudad el cual servía para
hacer camping además de rappel y nadar en el lago. Pero sobre todo aquello nos
atraía más el hecho de que supuestas cosas extrañas ocurrían en los
alrededores, pocas veces habíamos escuchado algo en los diarios locales, pero
no lo suficiente; y todos nos sentimos cazadores de fantasmas alguna vez,
acéptalo. Aunque la mayor parte del tiempo estamos seguros de que es un
completo error, pero seguimos adelante debido a nuestro sadomasoquismo.
La
noche comenzaba a caer. El viaje había durado más de lo previsto, pues
supuestamente solo nos tomaría un par de horas, pero llevábamos casi cinco
horas en la camioneta y nada aún. La luna salió y el alumbrado se hiso cada vez
más escaso al igual que las casas, solo los maizales a uno y otro lado de la
carretera nos daban la bienvenida. Comencé a preocuparme al igual que mi amiga
Helena, mi novio intentaba tranquilizarnos diciendo que nos detendríamos en la
siguiente gasolinera, pero lo único que encontramos fue un mesón
aproximadamente dos horas después. Nuestro otro amigo entro para pedir
indicaciones y salió al poco rato molesto. Mi novio le pregunto qué había
pasado, pero el solo dijo que aquel hombre le dijo que regresáramos por donde
habíamos venido y no molestáramos a nadie.
Bajamos
para tomar un descanso y exploramos un poco los alrededores en busca de algo,
finalmente encontramos un mapa, faltaba solo una hora más para llegar a nuestro
destino, subimos a la camioneta, y David hiso una seña obscena hacia el mesón.
Nadie respondió, o sencillamente no quisieron responder, al menos no con
palabras. Una vez que nos alejamos todas las luces se apagaron al unísono.
Solo
el hombre del que había hablado David no observaba alejarnos mientras sacudía
negativamente la cabeza.
Pasaron
cinco minutos más y nosotros seguíamos preguntándonos qué diablos había
sucedido con aquel lugar. Mi novio me decía que no me preocupara más cuando
algo golpeo el parabrisas. Dio un frenazo y nos apeamos tan pronto recuperamos
el aliento.
Había
bastante viento, pero no creo que el suficiente como para arrancar su estaca y
lanzarlo hasta nuestro parabrisas. Lo retiramos y reímos mientras lo dejábamos
a un lado del camino. Nos había golpeado un espantapájaros.
Finalmente
comenzamos a visualizar las luces del pequeño poblado tras varios minutos más
de viaje. Nos detuvimos en la gasolinera para re abastecernos y pedir la
indicación de cómo llegar al hotel del campamento en el que nos habíamos
inscrito. Los lugareños parecían bastante amables. Llegamos en cinco minutos,
nos registramos y después nos dispusimos a dormir para divertirnos al máximo al
día siguiente.
Pero
no habría tal diversión por ese día ni por ningún otro.
Salimos
a explorar los alrededores del lago y el pequeño bosque acompañados por un
guía, pero eventualmente este se excusó y regreso dejándonos solos. No nos interesó
mucho, pues habíamos memorizado el camino que además era bastante visible sobre
el terreno, sin embargo, cometimos un grave error al decidir salir del sendero,
Helena iba delante mío con los chicos siguiéndonos cuando de repente cayo, pero
no al suelo. Al parecer alguien había puesto una trampa allí. Superado el shock
inicial le gritamos que si se encontraba bien a lo cual nos dijo que sí, pero
que estaba oscuro, lanzamos una linterna mientras mi novio regresaba por ayuda.
Esperamos de pie hasta que ella lanzo un grito desgarrador. Rápidamente nos
asomamos y por un segundo lo vimos cuando ella movió la linterna bruscamente de
un lado a otro y gritaba.
Se
trataba de un cuerpo, un cuerpo humano desnudo y horriblemente mutilado, sus
miembros ya no se lograban distinguir y su cabeza estaba sobre su torso con el
vientre desgarrado, pero lo más extraño era su expresión, no sé si fueron los nervios
de ver un cadáver o el miedo que sentí de que alguien nos acechara, pero creí
ver que la cabeza nos sonreía. Helena siguió gritando hasta que unos momentos
después llego la ayuda, los guías sacaron a Helena del agujero y se dispusieron
a llamar a la policía. Nosotros regresamos al hotel para tratar de olvidar lo
sucedido.
Pasamos
el resto de la tarde encerrados después del interrogatorio. Ahora sentía que
todas las miradas se centraban sobre nosotros, pero de entre todas una
destacaba, solo que no podía decir exactamente de quien era.
Esa
noche tuve una pesadilla extremadamente horrible, Helena había tardado en
conciliar el sueño, pero me quedé dormida junto a ella. Tarde un momento en
conciliar el sueño, pero finalmente me vi en el bosque, ya sabía que estaba
dormida, pero involuntariamente comencé a caminar, a pesar de la oscuridad
comencé a reconocer el terreno, era exactamente el mismo lugar por el que
habíamos pasado aquella mañana. Quise detenerme, pero mis piernas no me
obedecían, caí al agujero, solo que a pesar de lo que esperaba ver realmente no
era la visión infernal del día lo que vi. Estaba completamente iluminado y un
hombre con una túnica roja sostenía una enorme hacha, dos hombres más
aparecieron cargando algo que pese al alumbrado no distinguí con claridad. los
colocaron frente a lo que parecía un altar y se alejaron para volver un momento
después con un saco retorciéndose, probablemente llevaban un animal o un… no
quise terminar mi propio pensamiento, pero bien podría ser que llevasen a un
humano allí. No lograre explicarlo con claridad jamás, las tres hachas
descendieron al unísono y la sangre comenzó a brotar. Los hombres se inclinaron
y bebieron, pero aun así no logre distinguir sus rostros, después se colocaron
uno junto al otro viéndome. El del centro solo dijo “disfrútalo” antes de
introducir su mano en su vientre y sacar sus intestinos, los cuales llevo hasta
su boca para lamer y arrojarlos hacia mí para finalmente clavarse el hacha en
la cabeza. Los otros dos hombres se rieron a carcajadas, mientras se despojaban
de sus túnicas, estaban desnudos y cubrían sus cabezas con una capucha negra.
Me miraron y después siguieron con su macabro acto. Uno de ellos le arranco los
testículos al otro y después le corto los brazos, finalmente aquel tipo tomo
una de las hachas para cercenar su cabeza, la cual rodo hasta mis pies, ya no
lo resistí más vomité y desperté gritando. Había amanecido ya, pero las
sorpresas aun no terminaban.
Sentí
que el colchón y mi bata estaban mojados, me frote un poco los ojos y por fin
mire, era sangre. Grite nuevamente e intente buscar con la mirada a Helena, la
habitación estaba completamente desordenada y manchada de sangre. Finalmente
encontré el cuerpo de Helena o al menos lo que quedaba, uno de sus brazos se
encontraba sobre el tocador con la mano apenas sostenida por los tendones, una
de las piernas junto a la puerta bloqueando completamente la salida y
finalmente lo que más me temía, su torso rasgado desde el vientre hasta el
pecho se encontraba tirado en el centro de la habitación junto a un riñón
aplastado, y su cabeza metida a la fuerza dentro de aquella cavidad con una
expresión de terror absoluto en el rostro. Inesperadamente mire hacia el baño,
alguien cerró la puerta, pero no esperaría a averiguarlo corrí hacia la puerta
y me encontré con David y otros empleados y demás campistas que habían
escuchado mis gritos.
Mi
novio intento consolarme, la policía no me arresto, ni siquiera después del
interrogatorio, pero me molestaba la total tranquilidad con la que se tomaban
las cosas. Eso era; porque todos actuaban tan tranquilamente, en otras
circunstancias cualquiera estaría preocupado porque un asesino serial estuviera
rondando el pueblo, pero aquí, todos parecían retraídos.
Comente
mis temores a David y mi novio, sin duda algo bastante extraño ocurría en ese
lugar y ellos tenían la misma sensación, ni siquiera los empleados del
campamento y los demás campistas parecieron preocuparse cuando vieron el
cadáver de Helena.
Decidimos
interrogar a uno de ellos aquella noche, nos quedamos juntos hasta la madrugada
y entonces bajamos a la cabaña del organizador, estaba vacía. Recorrimos todos
los cuartos: vacíos, como podía ser, tan solo unas horas antes había gente
recorriendo el bosque y nadando tranquilamente, de pronto lo vimos a través de
una ventana, uno de los empleados se dirigía con una antorcha hacia el bosque,
bajamos corriendo para alcanzarlo y pedirle una gran explicación de que sucedía
allí. Sin embargo, lo perdimos de vista, sencillamente la luz de la antorcha desapareció,
buscamos un agujero o algo donde pudiera haberse escondido, pero nada.
Murmullos detrás de nosotros nos hicieron ocultarnos entre la hierba aguantando
la respiración, se trataba de por lo menos una docena de personas, todas ellas
con antorchas y capuchas negras cubriendo sus rostros. Caminaban exclamando
algo en una voz tan baja que apenas y era audible, pero que aun así no
entendíamos, los seguimos, entraron a una cueva. Mis temores se confirmaron
nuevamente cuando comenzaron a masacrarse entre ellos, pero no todos, varios de
ellos formaron un circulo y se arrodillaron junto a algo que repentinamente se irguió.
¾ Solo faltan tres-dijo una mujer-pronto estarán también a su
servicio.
Lo
que se había levantado era un espantapájaros que miraba a todos desde las
cuencas vacías del costal mugriento que representaba su cabeza, en ese momento
alguien pareció notar nuestra presencia, aquellas cosas que ahora estábamos
seguros no eran humanas se acercaban lentamente hacia nosotros mientras el
espantapájaros emitía un chillido, echamos a correr con aquellas cosas
siguiéndonos. Llegamos al campamento sudorosos pese a que hacia frio y la
niebla había descendido. Buscamos la camioneta, pero habían pinchado las
llantas y de alguna manera sacado el motor, el cual habían reemplazado con la
cabeza de Helena, pero ahora parecía sonreír pese a que le habían arrancado un
ojo tal vez de una mordida y parte de la mandíbula. Escuchamos como lo que sea
que nos acechaba desde la oscuridad estaba por alcanzarnos, entramos a la cabaña
y corrimos al segundo piso; nos recibieron cuerpos guindando por sogas atadas a
sus cuellos, pero todos parecían reír de nuestras expresiones de horror. Una
luz entro desde fuera y logramos ver el final del pasillo por una fracción de
segundo.
Al
fondo se encontraba aquel espantapájaros.
Entramos
a una de las habitaciones y atrancamos la puerta. La escalera comenzó a crujir
al igual que la puerta; trataban de romperla con un hacha.
Salimos
a la cornisa y saltamos los casi cinco metros que nos separaban del suelo y
comenzamos a correr hacia el pueblo, si es que realmente era un pueblo.
Llegamos al cabo de casi media hora sudorosos, entramos en la primera casa que
vimos, al fondo de la calle caminaba ese maldito espantapájaros sosteniendo el
hacha.
Algo
era claro, no podíamos esperar hasta el amanecer, lo que sea que estuviera
moviendo aquellos cuerpos no dudaría en hacernos daño aun con la luz del día.
David dijo que había visto un auto cerca, dijo que tenía que arriesgarse, que
se lo debía a Helena. Si tomaba el auto sería fácil escapar después, nos dijo
que nos ocultáramos hasta que el entrara por el frente de la casa, que
importaba destruir todo. Yo solo me limite a asentir mientras mi novio
intentaba convencerlo de que no lo hiciera, pero David nos dijo que no había
otra opción, lo cual era cierto los celulares no tenían señal y ahora que lo
recordaba, muchos nos habían dicho que era una mala idea pasar el verano en un
pueblo fantasma. Como lo había olvidado, mejor dicho como lo habíamos olvidado
todos.
Eso
era, era la razón por las cual todos parecían retraídos. Aquel pueblo se había
incendiado de la noche a la mañana sin que quedara rastro de nadie. Debieron
ser nuestras fantasías y nuestra hambre de aventura la que nos llevó a una
pesadilla que finalmente le había costado la vida a mi mejor amiga. Volví a la
realidad, a nuestro alrededor solo había ruinas, David salió a hurtadillas por
lo que había sido una puerta, el auto al que trataba de llegar probablemente pertenecía
a un incauto más.
David
salió y decidimos subir al segundo piso por lo que quedaba de la ruinosa
escalera, entramos a una habitación con el techo ya derruido, vimos como David
iba corriendo por la calle y ocultados de vez en vez, una de las tablas a nuestra
espalda chirrió un poco, volteamos y allí estaba nuevamente el espantapájaros.
Lanzo un golpe que fue detenido por mi novio y lo lanzo hacia una esquina del
cuarto, la linterna cayo rompiéndose sobre algunas hojas secas que ardieron
inmediatamente, el espantapájaros volvió a lanzarse sobre mi novio, lo sostuvo
por el cuello mientras levantaba uno de sus esqueléticos brazos, yo me había
quedado en shock, pero inesperadamente reaccione y tire de aquel mugriento
costal que pretendía ser una cabeza, un chillido volvió a escucharse, aquella
cosa se retorcía en mi mano, la lance al fuego y un grito desgarrador hiso
retumbar los que quedaba de los vidrios en los ventanales de aquella casa,
ayude a mi novio a incorporarse y bajamos corriendo cayendo de la escalera a la
mitad del descenso. Inmediatamente vimos un par de luces a punto de entrar.
La
madera del primer piso se hiso astillas mientras que del segundo piso cayeron
parte ardientes, mi novio y yo subimos al auto y David arranco llevándonos
fuera de allí. Volteé para cerciorarme de que nada nos seguía, solo vi como
aquellas cosas se quedaban paradas en medio de la calle para ver cómo nos
alejábamos.
Cuando
llegamos a la salida de aquel pueblo el fuego ya se había propagado por todo el
poblado, me acurruque sobre el hombro de mi novio, aunque de repente David salió
de detrás de nosotros.
¾ Que paso-pregunto.
¾ Escapamos-respondió mi novio.
Pero
no era así y de eso estaba segura.
¾ Espera, si tu estas aquí, entonces quien está conduciendo.
Una
risa siniestra nos hiso mirar al frente, mientras una calabaza tallada se
asomaba entre los asientos de conductor y copiloto, el espantapájaros estaba
conduciendo y ahora se alejaba con nosotros.
La
policía solo encontró nuestras cabezas empaladas al lado del camino varios días
después, nadie supo nada más, ni que paso aquella noche, salvo que algo provoco
un incendio nuevamente en aquel pueblo fantasma donde nos había asesinado.
Esta es una carta enviada desde el infierno.
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