La Canción de Cuna de las Arañas. (Barrio Campestre I).


Dedicado a dos grandes: King Diamond y Maquivelia

“Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos de que han sido engañados”. Mark Twain


La razón por la que muchos prefieren vivir en el barrio Campestre, Cerezo Azul, de la cuidad de Árbol Viejo se debe principalmente a, que se encuentra en el campo. Que obvio, no.
Se trata posiblemente del sitio más acogedor que puedes encontrar en toda la ciudad. El aire fresco inspira la sensación de haber escapado de una nube de gas toxica. Y sobre todo porque la tierra es extremadamente fértil, los invernaderos rara vez se ven envueltos en pestíferas capas de fertilizantes. Pero sobre todo el sitio preferido de los entomofobicos por una razón en específico. Los árboles que adornan casi todas las calles y senderos del lugar no poseen rastros de ningún panal de abejas como los del Centro de la ciudad o siquiera un rastro de hormigas que trabajen arduamente, el pasto limpio de moscas que ronden las tres granjas que se encuentran repartidas por allí, y rara vez se ve una mariposa por el lugar, claro que en Árbol Viejo esto también es extraño, pero allí es por la contaminación.
En cuanto Harry recibió el testamento de sus abuelos ni siquiera cruzo por su mente agradecerles un poco, sino hasta después. Lo primero que hizo al regresar del despacho del abogado fue coger la maleta y comenzar a empacar todas sus cosas, las cuales no eran muchas, pero ocuparon bastante espacio, y por estar todas desordenadas cupieron muy pocas. Por lo que aun contra su voluntad tuvo que salir a conseguir algunas cajas y re acomodar todo. Una vez término subió las maletas al auto y puso marcha hacia Árbol Viejo.
Había pasado bastante tiempo ya desde que estuviese allí por última vez, pero al transitar por la calle principal hacia el Barrio Campestre no pudo evitar sentir nostalgia.
En su mente agradeció a sus abuelos el generoso acto de haberle heredado su casa y después paro por algo de comer. El viaje había sido largo, pero una vez pasando el Centro, el viaje sería más corto.
Harry aparco frente a su nueva casa poco después del ocaso. Le tomo quince minutos llegar hasta su destino y cinco minutos después se encontraba aparcando fuera de una casa de dos plantas de aspecto rustico que a pesar de haber pasado un par de años en completo abandono lucia espectacular.
Entro con algo de recelo.
A pesar de haber empacado sus cosas con bastante prisa no se había olvidado de su aracnofobia en ningún momento. Esa había sido la razón principal de que no hubiera dudado ni por un segundo empacar todo y salir huyendo de su viejo departamento en el que encontraba alacranes, polillas, escarabajos y ocasionalmente su peor pesadilla. Arañas. Hasta la más pequeña le hacía pegar tremendo grito y salir corriendo al pasillo hasta que consideraba se había ido. Rara vez se atrevía a matarlas.
Obviamente cuando le comunicaron que sus abuelos habían muerto se entristeció bastante, pero al enterarse de que le habían heredado su casa no pudo sino alegrarse. De niño le encantaba pasar el día allí y ahora volver a los viejos tiempos era mejor que pensar en las arañas. Además, recordaba vagamente que estando allí jamás se había topado con insectos.
Ni uno solo. Nunca.
La casa de su infancia ocasionalmente se llenaba de moscas que sus padres eliminaban con cinta especial y otras cochinadas que compraban en el supermercado, pero en la casa de sus abuelos ni siquiera eso.
Entro a la sala sintiéndose extraño y con el temor de encontrar una telaraña inoportuna que se pegara a su cara. Había pasado demasiado tiempo desde que había estado allí por última vez, realmente demasiado.
El papel tapiz era diferente de como recordaba, y lucia extrañamente nuevo. Los muebles eran viejos, pero extrañamente las sabanas que los cubrían no se encontraban llenos de polvo como esperaba. El abogado había dicho que los trámites habían tardado bastante, cosa que era cierta, pero de igual manera le comunico que en todo ese tiempo la casa había estado abandonada.
La madre de Harry no había querido volver allí después del funeral, y su padre ocasionalmente separaba por su casa, así que tampoco había mucha esperanza de que fuera a echarle un vistazo; a no ser claro que se hubiera conseguido una nueva amante, y por qué pagar la cuota del motel cuando tienes una casa que probablemente sea tuya en algún momento.
Harry aparto aquellos pensamientos de su mente y se concentró en el lugar en el que estaba.
La casa parecía limpia, pero despedía un ligero aroma a rancio que parecía provenir de la cocina. Harry suspiro largamente y finalmente decidió quitarse la playera con la que el volvió su mano. Un poco de desconfianza no le venía mal de vez en cuando. Cada vez que recordaba aquello se ponía rojo de vergüenza, y aunque allí nadie le vería correr de un lado a otro quitándose las telarañas de la cara no quería dar una mala impresión a sus nuevos vecinos.
La corriente de aire que se colaba por la ventana entre abierta hizo que de inmediato se arrepintiera de no haber tonado su sudadera al bajar del auto. El aire frio le hacía cosquillas en el pecho desnudo, pero también le hacía estremecerse. Sin embargo, sabía que primero lo primero. Comenzó a repasar el marco de la puerta con la playera antes de finalmente decidirse a traspasar el umbral que lo separaba de la cocina. El viejo refrigerador se encontraba entre abierto, no había nada dentro, pero el calor que se había encerrado dentro desde hacía solo el universo sabio cuanto tiempo, era la causa del mal olor.
Harry busco debajo del fregadero. Su abuela siempre había mantenido montones de productos de limpieza allí, y afortunadamente a nadie hasta el momento se le había ocurrido sacarlos. Tomo una fibra y algo de jabón. Varios minutos después la peste no necesariamente había desaparecido, pero había disminuido considerablemente.
Bostezo y tras beberse un vaso de agua decidió subir a explorar las habitaciones.
El estudio de su abuelo se encontraba cerrado al igual que las demás habitaciones. Solo había una abierta, así que sin dudarlo se decidió a entrar. No había demasiado polvo y la cama, aunque no necesariamente era la más cómoda le permitió quedarse dormido con rapidez.
Cuando despertó la luz entraba por las ventanas y hacia bastante calor. Con bastante dificultad se desperezo y se preparó para comenzar a desempacar las cosas del coche y terminar de limpiar.
No había llevado comida, pero ya saldría más tarde.
Comenzó a quitar el polvo de la sala y después regreso a la cocina, pero entonces lo escucho. Al principio parecía el simple zumbido de una abeja, pero al prestar más atención se dio cuenta de que sus temores se estaban haciendo realidad. Asomo la cabeza lo suficiente a la fuente del sonido y tuvo que reprimir un grito.
En una de las esquinas de la ventana había una telaraña que obviamente la noche anterior no se encontraba allí y en ella atrapada una pequeña mosca que luchaba desesperadamente por salir. Harry hubiera querido desviar la mirada antes, pero ya era tarde. Un apéndice dotado de ocho patas de un color ámbar se dirigían lentamente hacia su presa. Desde esa distancia no podía verlos él mismo, pero el desesperado movimiento de las patas de la mosca y el sumido le hicieron temer a los colmillos de la araña. Desvió la mirada, pero en su cabeza seguían resonando los zumbidos de la mosca que en cuanto la araña clavo sus colmillos comenzó a agitarse aún más desesperadamente.
Harry salió corriendo de la casa y se metió en el auto. El bote de insecticida lo miraba desde la guantera como si se burlara de el: “No te atreverías”, creyó escuchar Harry, pero los gritos de la mosca le seguían rondando la cabeza. Sentía que esta le iba a estallar, pero finalmente alcanzo un frasco y… todo volvió a la normalidad.
Espero largo rato en el coche y finalmente cuando el ocaso volvía a hacer su aparición salió con el bote de insecticida en la mano y un pañuelo atado a su cara.
Se dirigió a la cocina y justo como lo esperaba aquella criatura espeluznante seguía allí. La araña le dirigió su mirada y chasqueo sus colmillos. Harry contuvo un grito, más no un mohín de asco. Apunto el bote de insecticida y un chorro de aquella sustancia empapo el cuerpo de la araña.
Harry no espero al ver el resultado salió corriendo y recargo la cabeza contra la pared del pasillo que daba a la puerta. Respiro profundamente en varias ocasiones y finalmente se decidió a abrir los ojos. Esta vez no pudo contener un grito. A su lado se arrastraba una araña. Apunto nuevamente con el bote de insecticida, pero no hubo nada después del apretón del botón.
La araña seguía reptando por la pared como si nada más importara.
Harry no se decidía, pero sabía que tenía que hacerlo. Aquella criatura pronto se transformó en un producto viscoso.
Harry salió corriendo y subió al auto. Ya había tenido bastante emoción por aquel día y necesitaba urgentemente algo de comer.
Condujo hasta la tienda más cercana y compro varias latas de insecticida. Si aquellos animalescos habían dejado sus huevecillos por allí los encontraría antes de que fuera demasiado tarde. La encargada del mostrador se monstruo extrañada, pero no dijo nada.
Al salir Harry noto que se dirigió al teléfono con una expresión de desconcierto en el rostro, pero supuso que solo debía estar llamando a su novio o algo por el estilo.
Cuando regreso a la casa noto que hacía demasiado calor, pero no le dio demasiada importancia. Subió corriendo las escaleras con la esperanza de no encontrar más arañas por los rincones de la casa y al llegar a su habitación se tumbó a dormir.
Despertó sintiendo que el calor era insoportable. Tomo su celular y miro la hora, pero por alguna razón su mirada se desvió hacia la fecha.
Eso explicaba el creciente calor. El verano se acercaba y probablemente aquello había hecho salir algunas arañas de su escondite.
Abrió la ventana y roció el marco con un poco de insecticida. El calor era insoportable, pero no quería que aquellas cosas pudieran entrar y si lo hacían, no sería con vida.
Se quitó la camiseta empapada de sudor y volvió a dormir. No supo realmente cuanto tiempo estuvo durmiendo, pero despertó con una extraña sensación de escozor en la cara. Algo reptaba desde su nariz hasta sus ojos.
Soltó un chillido agudo, una araña caminaba sobre su cara. La aparto de un manazo y giro la cabeza. Docenas de arañas recorrían su almohada de un lado a otro haciéndolo rodar y caer de la cama, tras él, varias arañas más cayeron sobre su cara. Harry las aparto de un manazo mientras pataleaba y se arrancaba aquellas que se le habían quedado en el cabello. Tomo el bote de insecticida y comenzó a dispar a todos aquellos arácnidos.
Algunos corrieron a esconderse bajo la almohada, otros corrieron hacia las grietas y se escabullían, pero algunos más terminaban tropezando con sus propias patas y terminaban pataleando en medio de las sabanas.
Harry salió corriendo de la habitación, el bote de insecticida estaba casi vació y algunos de los arácnidos parecían haber sido inmunes, pues seguían arrastrándose y saliendo de debajo de todos los rincones como si nada hubiese pasado.
Corrió hacia la escalera y antes de tomar el pasamano se detuvo; una araña más venia deslizándose ayudada por su tela desde las vigas del techo. Esta vez Harry contuvo un grito y tomo la lata de insecticida por un costado, golpeo a la araña que cayo patas arriba sobre la escalera. Harry ni siquiera lo dudo se acercó hasta ella y la aplasto bajo su pie descalzo. Al arácnido termino siendo un producto viscoso.
En ese momento un murmullo proveniente de la sala le hizo volver a la realidad.
El calor había aumentado, pero también el sonido familiar de las moscas al ser devoradas por las arañas.
Bajo con cuidado tratando de escudriñar que era lo que había allí. Las sombras eran difusas, pero se proyectaban extrañamente sobre las paredes del pasillo.
Comenzó a regresar sobre sus pasos. De su habitación seguían saliendo arañas, pero estas se encontraban al parecer atontadas.
Sin dudarlo comenzó a forcejear con la primera puerta que encontró y finalmente logro abrirla. Dentro estaba oscuro, así que comenzó a buscar a tientas hasta que finalmente encontró lo que buscaba. La vieja escopeta de su abuelo.
Abrió un resquicio de la puerta una vez se aseguró la escopeta se encontraba cargada y llevaba más munición en la bolsa trasera de su pantalón.
Las arañas se dirigían al piso de abajo.
Harry corrió a su habitación y comenzó a buscar la otra lata de insecticida. Una vez la tuvo en sus manos comenzó a descender.
De la sala y la cocina venían destellos de la luz que claramente recordaba haber apagado.
De dentro venia el sigilo de una especie de oración. Siguió descendiendo mientras el murmullo se hacía más y más audible. Harry se acuclillo sobre las escaleras y se froto los ojos, el sueño se estaba apoderando de él. Tomo la escopeta con más fuerza, pero cada vez se sentía más y más pesado. Sus manos dejaron caer la escopeta y la lata de insecticida.
Una sombra se hacía más y más grande con forme salía de la sala a la vez que arrastrados pasos se escuchaban y aquellos cánticos se hacían más intensos.
Una masa amorfa salió de la cocina, sus largas patas le hacían desplazarse con dificultad ya que no las podía usar todas, sus colmillos se movían de un lado a otro como si devoraran algo.
Harry estaba completamente adormilado, pero aun con la poca visión que tenia de momento pudo ver una araña que se dirigía hacia su pecho. Comenzó a reptar hasta su pectoral y le dio un mordisco.
Harry grito y finalmente se desperezo. Miro la araña… debía… no tal vez no… el doctor tendría que ayudarlo…
NO. Debía matarla.
Con la palma de su mano la aplasto mientras la araña gigante se lanzó hacia él. De una patada la hizo retroceder, otra más salió de la sala y se unió para ayudar a domarlo. En ese momento Harry alcanzo la escopeta y disparo. Los colmillos de la araña salieron volando mientras que su cabeza explotaba en una masa viscosa.
Otras arañas enormes se asomaron por la puerta. Algunas retrocedieron y otras salieron. Harry comenzó a rociarlas con el insecticida.
Los arácnidos se tambalearon y chillaron al contacto del mortal líquido con sus cuerpos.
Entro en la cocina que se encontraba cubierta de una gruesa capa de telarañas. Una araña enorme, pero pequeña en comparación con las demás corrió a esconderse entre ellas. Harry apunto y la convirtió en una masa viscosa. Sangre de color verde salpico las telarañas y a los otros arácnidos que lo miraron con furia. Dos de ellos se lanzaron hacia el escupiendo veneno. Harry los repelió con la culata de la escopeta y comenzó a re cargar.
Una de las arañas uso sus patas para tirarlo y tratar de clavar sus colmillos en su cara, pero de un disparo al apéndice se deshizo de ella. Las dos que habían atacado antes no tuvieron tanta suerte. Les voló la cabeza disparando les entre sus ojos temerosos y llenos de furia.
Quedaba una cerca, pero la munición se había acabado. Una de aquellas espeluznantes criaturas le escupió una telaraña que se le pego en la cara.
Harry se tambaleo entre aquellas gruesas cortinas de telarañas hasta que finalmente alcanzo los cuchillos. Tomo el hacha y el prensador de ajos. La araña se encontraba cerca de él y lanzaba más telarañas. Harry se olvidó del asco que le producían las telarañas y lanzo un golpe con el hacha, varias patas de la araña cayeron cercenadas al suelo.
La criatura, chillo y movió sus colmillos como si implorase, pero Harry se lanzó hacia ella con el prensador de ajos en la mano. Comenzó a golpear sus patas que aún le quedaban y su apéndice hasta que el arácnido no era más que una masa viscosa.
Desde su posición pudo ver que las arañas que se encontraban fuera retrocedían. Harry fue hacia ellas, pero estas se hicieron a un lado. Solo una volvió a saltar sobre él. Harry tomo la escopeta y corrió escaleras arriba.
Entro de nuevo en el estudio tratando de buscar más municiones. Solo dos balas y tres arañas.
La puerta comenzó a sacudirse con violencia.
Disparo y espero. Muy tenue se escuchaban los cánticos de una sola araña.
La madera comenzó a rechinar y la puerta lentamente se abrió.
Una araña comenzó a entrar.
Harry estaba a punto de gritar. La araña lo miraba con desconcierto. La noche terminaba.
Harry... 
...debe matarla...

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