Rompecabezas
Inclusive si algunas de ellas
resultan perturbadoras para algunos, es innegable el hecho de que toda persona
del mundo es adepta a coleccionar algo. Y Mirna era coleccionista de
rompecabezas.
Un hábito sano pensase algunos,
pero lo de ella era más bien una obsesión.
Si alguien llegaba a su casa lo
primero con lo que se topaba al entrar a la sala era con varios paisajes
enmarcados, que al mirarlos más de cerca uno se daba cuenta de que estas
imágenes eran nada menos que rompecabezas. Y estos no eran los únicos pues las
paredes de casi todas las habitaciones se encontraban en igual estado. Y qué
decir del sótano; todos aquellos que con el paso del tiempo llegaba a considerar
obsoletos como para seguir viéndolos terminaban allí, apilados contra las
paredes en una perfecta formación.
Y si eso no es suficiente como
para considerarlo una obsesión, también estaba el hecho de que casi a diario
llegaba a su casa un ejemplar nuevo, cosa que su esposo le reprochaba, pero que
a ella sencillamente no le importaba.
De hecho, las cosas habían llegado
al punto en que su esposo había decidido contratar a un ama de llaves, pues
Mirna se pasaba la mayor parte del día armando rompecabezas. Lo cual
eventualmente llevo a la mención del divorcio y finalmente la realización de
este. Acelerado sobre todo porque durante la disputa su marido había amenazado
con quemar toda su colección de rompecabezas. Ella perdió toda la razón por un
momento, pues, para cuando se dio cuenta su esposo estaba siendo llevado al
hospital con varias contusiones, la mandíbula fracturada y un pulmón a punto de
colapsar.
Obviamente su marido no la
denuncio, pero acelero los trámites de divorcio al ver que ella ni siquiera
consideraba la ayuda de un psicólogo.
Sin embargo, Mirna solo se mostró
preocupada cuando el dinero dejo de alcanzarle para costear su obsesión.
Consiguió un trabajo bastante
rápido, pero en varias ocasiones estuvo a punto de ser despedida por llegar bastante
tarde, ya que pasaba las noches enfrascada en su obsesión.
Unas semanas después, sin embargo,
una de sus pocas amigas, logro convencerla para que salieran de compras, más
para disfrutar un poco del día de descanso y para divertirse que para comprar.
Lo que obviamente resulto en lo último.
Pasadas algunas horas ambas se
dirigieron a una tienda de antigüedades donde la miga se enfrasca en contemplar
un jarrón y posteriormente comenzar a regatear el precio cuando Mirna repara en
él. Por fuera tiene todo el aspecto de no ser más que un baúl de cedro con
algunas cosas sin importancia dentro, pero al mirar más de cerca el contenido
Mirna se da cuenta de que es un rompecabezas.
Inmediatamente acude al anciano
que se encuentra regateando con su amiga para saber cuánto quiere por el
rompecabezas.
Su amiga la mira con un poco de
enfado, en cambio el anciano se encuentra bastante horrorizado en cuanto ella
le menciona dicho objeto, y contesta a secas que no está a la venta. Mirna
pregunta por qué, pero el anciano se muestra solido en su decisión y les pide a
ambas que se retiren.
Mirna se encuentra molesta, pero
su amiga aún más, de hecho, se da la vuelta y se aleja de allí sin despedirse.
Mirna regresa a casa y se pone a
realizar otro rompecabezas, sin embargo, se siente un poco extrañada, como si
su jovi no fuera el mismo de siempre.
Comienza el mismo rompecabezas
tres veces, da varias vueltas por la casa, nada consigue calmarla, necesita ese
rompecabezas. No había una imagen marcada sobre la tapa del baúl y eso es lo
que lo hace desearlo aún más, ser ella misma quien descubra de que se trata.
Intenta comenzar nuevamente el
rompecabezas, pero ni siquiera logra concentrarse en lo que está haciendo.
Rápidamente se vuelve presa de la
locura. Toma el mazo que se encuentra en la caja de herramientas que dejo su
esposo y comienza a destruir todos aquellos rompecabezas enmarcados que hay en
las paredes de su casa hasta que finalmente se dirige al sótano, destroza todos
y cada uno de ellos y finalmente los saca al patio trasero donde terminan
ardiendo en una enorme fogata.
Una idea comienza a formarse en su
cabeza. No imposible.
Pero al paso de las horas se da
cuenta de que es lo único que puede hacer. Sin ese rompecabezas su vida no
volverá a ser la misma.
Antes del amanecer coge el auto y
se dirige hacia la zona comercial; más precisamente hacia la tienda de
antigüedades.
Afortunadamente para ella no hay
muchas cámaras de seguridad en aquella zona, por lo que romper un cristal no es
tarea arriesgada para ella.
Rompe algunas cosas al entrar,
pero no le importa. Finalmente, obtiene lo que quiere y sale de allí tan rápido
como entro.
Inicia la tarea apenas ingresa al
comedor, pero a cada hora y cada pieza que sale del baúl estas parecen no
terminar nunca. Mirna comienza a sentirse agotada. Algo la rasga y la quema por
dentro al mismo tiempo. Falta solo una pieza, pero su visión cada vez está más
nublada y no logra distinguir la figura. La coloca casi a tientas y comienza a
sangrarle la nariz. Como puede llegar al teléfono y llama a su ex esposo.
El hombre llega con el auto a
punto de ser nada más que una pérdida total. Sin importarle se apea y comienza
a buscar a Mirna preocupado. Hay sangre en la sala y en todos los pasillos de
la casa, pero el rastro concreta mente parece dirigirse al sótano.
Asustado comienza a descender los
peldaños, preparándose mentalmente para lo peor.
Los rompecabezas se encuentran
apilados allí como de costumbre, pero ahora lucen ennegrecidos.
Mirna se gira al notar su
presencia y lentamente le tiende al hombre su mano derecha que sujeta
fuertemente la izquierda.
El hombre da un grito de horror
cuando Mirna cae en pedazos al suelo y la cabeza de esta desde abajo le dice:
Podrías ayudarme a
re ensamblarme.
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