Gigante. (Basada en hechos reales.)
El viejo reloj de la Basílica de San Clemente marco las
dos en punto de la madrugada justo cuando Luis terminaba de atravesar el parque
Alameda.
Considero dar un rodeo a través de las calles que de día
eran mas concurridas, pero la idea fue desechada después de considerarlo
bastante bien, pues para ese momento La Bestia de la estación, valga la
redundancia, Alameda probablemente ya había cerrado y las muchas otras
repartidas por Árbol Viejo también.
Sin mas echo a andar maldiciendo sin querer a su amante,
la noche con ella la había pasado bien, pero sabia que su padre probablemente
le reprendería en cuanto atravesara el viejo zaguán de su casa despertando a su
hermana y a su madre que probablemente se habían retirado a dormir temprano.
El reloj volvió a marcar la hora, indicando que esta vez
solo faltaban quince minutos para las tres. Apresuro el paso todavía más. se
encontraba cerca pero aun así no quería llegar tan tarde a su casa.
La iluminación publica tal vez no era la mejor, pero
siempre que iba a algún lugar a pie tomaba la misma calle: Mango. Esta vez no
era la excepción y rápidamente se dio cuenta de que ya había dejado atrás la
Primera cerrada de Nogal, ahora solo tendría que dejar Álamo y enfilar solo
media cuadra al norte por Laurel y finalmente llegaría a su vivienda. Sin embargo,
a pesar de la casi completa oscuridad rápidamente pudo notar la silueta de un chiquillo
que se acercaba lentamente una cuadra más allá de Laurel, sin darle importancia
siguió caminando, cosa que el chiquillo hiso también, pero a pesar de tener el
equivalente de dos cuadras por recorrer el chiquillo rápidamente llego a la
esquina de Laurel.
Luis echo a correr al norte por Álamo, si daba un rodeo para
subir hasta Nogal podría descender rápidamente hasta su casa. La razón de
aquello fue que al llegar a la esquina de Laurel aquel chiquillo que Luis había
divisado en la distancia ya no lo era más, ahora se trataba de un hombre de por
lo menos unos cincuenta metros que en cuanto lo vio comenzó a hacerle señas.
Luis echo a correr con todas sus fuerzas hacia Nogal
mientras aquel gigante le miraba desde probablemente el mismo lugar y ahora parecía
furioso, pues una de sus manos descendió rápidamente para intentar tomar al hombre.
Una vez llego a Nogal Luis echo a correr en dirección a
Laurel y comenzó a correr rápidamente hacia abajo hasta alcanzar la puerta de
su casa. El gigante había cambiado su posición, pero aquello no era impedimento
como para que no tratara de volver a tomarlo entre sus manos.
Con un grito y un azoton del zaguán el hombre finalmente
se encontró en su casa empapado en sudor. Espero ahí hasta que dejo de
hiperventilar y se levanto para dirigirse a su cuarto un poco extrañado de que
no hubiese despertado a nadie.
Rápidamente sacudió el polvo de su ropa y… los rasguños
en la puerta comenzaron antes de que pudiera atravesar el pasillo que llevaba
hasta el patio. La puerta comenzaba a ceder por lo que de un salto y sin saber
exactamente como logro atrancarla a la vez que comenzaba a rezar. Sin embargo,
los rasguños siguieron hasta que algunos minutos después finalmente cesaron.
Con un suspiro de alivio Luis comenzó a andar nuevamente
hacia el patio y sin oportunidad o aviso alguno mas que el crujir de la vieja
madrea al hacerse añicos, ya ni siquiera tuvo oportunidad de gritar, una enorme
mano lo tomo y lo arrastro hacia la oscuridad.
Algunas personas salieron de sus casas al escuchar los
gritos, pero ahí en el cruce de Laurel con Higüera solo había un amasijo de
carne sanguinolenta.
Nota de autor: esta historia esta parcialmente basada en
la anécdota de un familiar al que le ocurrió presenciar dicha aparición. A pesar
de contar con varios hipérboles para cumplir con la política de desgarrador esta
historia no tuvo exactamente el final aquí descrito, pero no por ello la anécdota
deja de ser aterradora. ¿O sí?
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